martes, septiembre 06, 2005

CARMEN MARTÍNEZ CASTRO:
PASADO el estremecimiento inicial, el estupor ante la tragedia inimaginable, los tópicos y la demagogia más chocarrera empiezan a imponerse sobre la pavorosa realidad de Nueva Orleáns. Lo cierto es que la catástrofe es de una magnitud apocalíptica, que Bush ha reaccionado tarde y mal, y que Estados Unidos, por primera vez en su historia, ha pedido ayuda al exterior. El gigante humillado tiene que recibir lecciones de eficacia hasta del ministro José Antonio Alonso, al que se le colapsan las carreteras españolas cada puente o cada nevada. Es una tragedia, pero ya estamos en la fase de lecturas políticas y el manual del buen progresista establece claramente que las catástrofes no son producto del azar o de la fatalidad, sino de la perversa mano de los conservadores de cualquier ralea. Vale lo mismo para incendios forestales, accidentes de avión, mareas negras o, como vemos ahora, huracanes fuerza 5.
Lo mejor es el final:
A falta de un discurso político renovado y eficaz, la izquierda intenta defender su pretendida superioridad moral a base de clichés y triquiñuelas más o menos afortunadas, más o menos mezquinas. Se ríen y creen que Castro humilla a EE.UU. ofreciéndole la ayuda de miles de médicos, pero olvidan que desde hace demasiados años en Cuba se vive mucho peor que hoy en el Astrodome de Houston.
Exactamente.