lunes, septiembre 25, 2006

"LOS PROFETAS de la salud"; Gregorio Morán -un ejemplar de esa izquierda coherente que desgraciadamente tan poco abunda hoy día- lanzaba la caballería el pasado sábado:
Estos caballeros y señoras desvergonzados que nos gobiernan han decidido hacernos felices queriendo tenernos sanos. Y la inmensa mayoría, a lo que parece, está dispuesta a seguirlos, o al menos, a no protestar de esta estafa. Primero, porque la felicidad no la deciden los gobiernos, o al menos, desde hace ya muchas décadas sólo las dictaduras mantienen la impostura de pretender hacer felices a sus esclavos. Y segundo, que para estar sanos la primera condición es trabajar menos y cobrar más; la salud está vinculada a la riqueza antes que a la voluntad. Pero además es que pretenden hacernos felices a golpe de decreto. Y en todo decreto hay una base negativa, lo que se prohíbe. Nadie propone decretos para hacernos más libres sino para ponernos barreras. ¿Prohibimos fumar para que los ciudadanos estén más sanos? Mentira, prohíben fumar por un puñado de razones que tienen poco que ver con la salud de los ciudadanos, porque si la primera preocupación fuera la salud ciudadana prohibirían otro montón de cosas, incluidos ellos mismos.

Hace apenas unos años se luchaba por la legalización de las drogas, y ahora resulta que los mismos perros que hacían cabriolas animando al personal a la libertad individual y la responsabilidad ciudadana, han cambiado de collar y han aumentado el número de prohibiciones. Y nosotros los vemos hacer, infatuados, contemplando su desparpajo. De la bella placidez del canuto han pasado al sórdido veneno de la nicotina, sin que se les mueva un pelo, impolutos, pegándose, eso sí, unos rayazos de coca para evitar ese momento tonto en que se te baja la moral después de tanto renunciamiento. Yo, que por limitación generacional no sé disfrutar de la marihuana y se me hace cuesta arriba probar la coca, el caballo o la ayaguasca, sigo considerando que la liberalización de las drogas es una necesidad de civilización, porque pertenece a la libertad de la persona y porque sería la mejor y única manera de acabar con esa lacra imbatible que marca nuestra época y que es la mafia de la droga, auténtico cáncer social, más peligrosa que cualquier sustancia corruptora de la salud.

Yo no puedo menos que admirarme cuando contemplo a esa trepa insaciable de voz gangosita, mirada desvaída y traje de chaqueta, que goza de una benevolencia en los medios de comunicación que se ganó con grandes favores a costa nuestra - fue Secretaria General de Comunicaciones de 1991 a 1996- y que con su sonrisita de chivo y su canesú de colegio bilingüe encandila a nuestros chicos de la prensa. La ley antitabaco y las medidas contra las bebidas alcohólicas, enmascarada con esa vulgar deriva urbana denominada botellón,no son otra cosa que una prueba del desprecio de los ayuntamientos a la urbanidad, porque el simple cumplimiento de la normativa existente bastaría para afrontar la peste. Eso sí, si tuvieran ganas y agallas para asumirlo. Nuestros dirigentes no toman medidas, porque les falta valor político para asumirlas, hacen leyes, y así trasladan la responsabilidad a los jueces, y ellos se van de rositas. La miseria de nuestra clase política es la del serrallo; castración y buen talante.

Como vivimos en sociedades de conversos, no hay nadie más fanático que el ex-fumador militante que ha descubierto la verdad. Ahora que no hay ideologías fuertes, los comportamientos airados tienen mucho eco en la parroquia. Ese ex-fumador que se exaspera cuando ve un cigarro encendido y grita su denuncia, me recuerda a aquellas procesiones de mi infancia cuando alguien gritaba ¡Arrodillarse!,y uno contemplaba perplejo el efecto borrego que nos llevaba a admitir la presión y no salirnos del redil. ¡Todos de rodillas!

Las prohibiciones de drogas como el tabaco y el alcohol lo único que favorecen son los suculentos beneficios de las mafias. ¡Hay que ser una cínica con traje de chaqueta de amianto para pensar que la prohibición de vender alcohol a menores, la multa a los padres y la ley seca a partir de las diez de la noche, van a significar algo en los estúpidos hábitos juveniles del botellón y del alcohol! Será una mina para los intermediarios mafiosos. ¿Acaso no están prohibidas las drogas de diseño en pastillas y se venden por kilos, digo bien, por kilos?

Estamos siempre dándole vueltas a lo mismo. ¿Qué queremos? ¿Engañarnos o afrontar la realidad? Si queremos engañarnos, mantengamos a los nuevos profetas de la salud, esos científicos estrellas que cobran hasta por mirarte a los ojos y que tienen el inefable valor de pretender incluso prohibir las raciones abundantes en las casas de comidas. ¡Qué alianza perfecta, los cocineros del humo y los profetas de la salud! Sin perder salud nos aligerarán los bolsillos. La guerra al tabaco, la guerra al alcohol y la guerra a los kilos de más, es el nacimiento de una rama industrial que apenas estaba en sus albores, la ideología de la salud.


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