jueves, diciembre 07, 2006

TAMPOCO SE QUEDA ATRÁS Alfonso Rojo:

Estoy convencido de que en el origen del mal, junto al fanatismo, el empacho religioso y los traumas culturales, está el aburrimiento. Es un detalle difícil de percibir, porque el conocimiento que el español medio tiene del mundo musulmán se limita a unos sofocones en los abigarrados zocos de Marruecos, una tardes de tostadero en las playas tunecinas o un viaje organizado en Turquía.



Para percibir la magnitud del asunto, hay que pasar cierto tiempo sobre el terreno. Cuando se cruza Argel en taxi, camino de hoteles como el Saint George o de la relativa seguridad de barrios como Al Biar, y se observa a través de la ventanilla a centenares de «gardiens des murs» apoyados indolentemente en las desconchadas paredes de la zona baja, es imposible evitar un escalofrío. Probablemente, la inmensa mayoría son muchachos inofensivos, cuya desdicha es no encontrar empleo y a los que preocupa más el fútbol que la yihad, pero es entre ellos donde el FIS y Al Qaida reclutan sus matarifes.



En Afganistán, Irak, Siria, Arabia Saudí o Yemen son millones los que consumen la jornada rascándose los pies y las bolas. Sin nada que hacer, enclaustrados en una jaula de represión sexual, miseria moral y tedio. No me extraña que sean presa fácil de los profetas que les prometen vino a raudales, mujeres a manta y una muerte gloriosa.