jueves, marzo 15, 2007

ALFONSO ROJO se autoflagela, por la parte que le toca, al haber publicado lo del coeficiente intelectual de Bush:
Dicen los viejos lobos de este oficio, tan divertido y desventurado, que un rasgo esencial de todo periodista que se precie debe ser el escepticismo y cuando algo no huele bien, deberíamos ser los primeros en alertar al público.

Pero el problema -y no lo digo por Alfonso- es que para la mayoría de periodistas de este país la noticia no es que no oliese bien, sino que era delicado perfume para sus pituitarias. Como el Chanel No. 5 para Marilyn Monroe: no necesitaban nada más para sus momentos más íntimos. Era exactamente lo que querían oir.