martes, marzo 13, 2007

MIQUEL ROCA:
El hoy tan denostado proceso de transición a la democracia y la propia Constitución de 1978 no eran simplemente una salida de la dictadura franquista, sino también y muy fundamentalmente una respuesta a la historia involutiva de la España de los últimos doscientos cincuenta años. Era un intento de enterrar a la bestia;no sólo a sus últimos protagonistas, sino sus causas, sus fuentes, las condiciones que la habían alimentado. En una palabra, su espíritu.

Y parecía que se había conseguido. Fuimos capaces de hablar y de dialogar; discrepamos desde el respeto; construimos encima de las cenizas de un pasado que queríamos superar. Se dice que no hubo un ejercicio suficiente de memoria histórica; no es verdad. Teníamos tan cerca la historia, que con su memoria lo que hicimos fue comprometernos a no repetirla.

Hoy son muchos los que persiguen despertar a la bestia. Se está haciendo daño, incluso el que no se quiere. De nuevo la confrontación sustituye al diálogo y todos están más dispuestos a achacar la responsabilidad de lo que ocurre al adversario que a dialogar con éste. Se está jugando con fuego.

No es un escenario confortable; huele a pasado y enturbia el futuro. Con la bestia, España fue la que fue. Con el diálogo nos hemos hecho un lugar en el mundo; hemos sido respetados e, incluso, admirados. Hoy volvemos o podríamos volver a las andadas.

No se debe sacralizar la transición, pero no la echemos a perder.

¡Que no despierte la bestia!
Y un par de páginas más allá, Jordi Pujol. No estoy totalmente de acuerdo, pero es una reflexión suficientemente interesante:
"Polarización española" [es el título] de un reciente artículo de primera página del periódico más importante de Alemania, el Frankfurter Allgemeine Zeitung.Es un buen artículo, muy crítico con lo que está sucediendo en España. Una crítica a mi entender muy inteligente, porque se basa en el asombro. Viene a decir: cómo es posible que un país que ha sido capaz de un desarrollo económico extraordinario - habla de "milagro económico"- y que goza de una "estabilidad asombrosa", ahora "en tono, estilo y lenguaje" haya vuelto a la confrontación más radical. A las "dos Españas", dice el rotativo alemán.

La economía española va bien. Con incertidumbres de futuro, serias incluso, pero pese a ello con solidez y una inercia positiva muy notable. Por consiguiente, parece como que los dos grandes partidos españoles piensen que tienen margen para el despilfarro. Y actúan en términos de confrontación rabiosa. Puede que a corto plazo tengan razón. Puede que a corto plazo todo esto no tenga consecuencias económicas graves, y que en el marco internacional siga pesando la imagen positiva que han creado más de 25 años de política en conjunto seria, sensata y eficaz.

Pero es posible que se produzcan destrozos importantes. En la imagen económica, pese al alto crecimiento que seguimos teniendo. Y sobre todo, que los haya en el terreno de las heridas muy profundas, de grandes desgarros, de destrucción de elementos importantes de convivencia. De aquel hábito de respeto mutuo, sin el cual la democracia y en general toda sociedad cojean.

[...] Vuelvo al tema central, el de la crispación, que algunos califican de "guerracivilista". Ylo hago en la línea de lo que dice el artículo del Frankfurter.En la línea del asombro. España ha hecho en los últimos 30 años un progreso formidable. Es un país emergente. En todos los terrenos. Puede y debe sentirse orgullosa de lo que ha hecho. ¿A qué viene pues que ahora ofrezca este lamentable espectáculo?

Más todavía. Afortunadamente todo esto sucede en un momento muy positivo de la economía española. Que es fruto de una buena política económica ininterrumpida desde 1977. Y fruto también de la integración europea, y de la forma inteligente con que una vez dentro de la UE España se ha sabido mover. Hay que rendir homenaje a hombres como Adolfo Suárez y Enrique Fuentes Quintana, y a muchos más. Y a Felipe González.

Y hay que subrayar lo que significa que en 1993, en un momento de vacilación, Pedro Solbes - y por consiguiente el PSOE- enderezara nuestra política económica, que luego, durante ocho años, Rodrigo Rato - y por consiguiente el PP- la continuara con gran eficacia, y que ahora Solbes continúe la misma política. Nunca subrayaremos debidamente la importancia que para un país tiene la continuidad.

Desde la petulancia que a veces exhibe España, este asombro, y en el fondo esta recriminación, pueden ser despachados con un gesto de autosuficiencia. ¿Quién nos va a dar lecciones? Puede que nadie en el extranjero. Pero nosotros sí debiéramos ser conscientes de que el juego que se practica es peligroso y también deshonesto. Me temo que ni el PP ni el PSOE, ni tampoco el Gobierno, están en condiciones psicológicas que hagan posible una reflexión y una rectificación. Quizás esto sería posible después de las elecciones. No ahora. Pese a ello, sería bueno que dentro de cada uno de estos partidos - y en la sociedad en general-, gente con autoridad moral y prestigio personal iniciase una reflexión.

Para empezar, rechazando la idea de que sólo el PP ha cometido errores y excesos. Es cierto que el PP juega con absoluto descaro la carta de la crispación. Con grave riesgo, porque hiere gravemente y a mi entender muy irresponsablemente los fundamentos de la convivencia. Y desde la perspectiva catalana hay una tendencia muy mayoritaria a verlo así. Yse comprende. Porque realmente el PP ha tenido durante los últimos años una actitud muy hostil respecto a Catalunya, que se ha exacerbado con el referido tema del Estatut. Llevará tiempo que esto se supere en Catalunya. Pero esto no quita para que el PSOE y el Gobierno hayan actuado, en muchos terrenos al mismo tiempo, con gran ligereza. Han abierto muchos frentes a la vez, y lo han hecho con frivolidad, con ostentación de acné juvenil. Y no siempre con intención clara. A su alrededor se ha creado un tufillo de engaño. El Gobierno tampoco inspira confianza.

Podríamos resumir la situación diciendo que, sin duda, incumbe mayor responsabilidad al PP, pero que el PSOE no puede pavonearse. Que ambos son responsables de un espectáculo deprimente que - y esto es especialmente grave- afecta a la credibilidad de las instituciones.

Volvamos a lo del asombro. E incluso a la idea de que, después de todo, a lo mejor no pasa nada, gracias al euro y a Europa, gracias a la prosperidad que hay en el país, gracias a los méritos acumulados de 25 años de seriedad, de buena política económica y de maduración social.

A lo mejor no pasa nada. Pero los que durante veinticinco años hemos creído que había que asegurar para España aquella tríada "virtuosa" de la continuidad, de la estabilidad y de la gobernabilidad, y a hacerla posible no sólo hemos dedicado esfuerzo, sino que hemos hecho renuncias serias, hemos corrido riesgos políticos importantes y hemos renunciado a la demagogia, este espectáculo provoca en nosotros un gran cansancio. Una gran decepción. Y un gran rechazo.

Es difícil que este temporal amaine antes de las elecciones generales, sean pronto o en su momento. Y como se ha dicho, hasta entonces el país aguantará. Es lo suficientemente sólido y consistente, y ahora lo suficientemente emergente, para pasar este temporal. Y más.

Pero si no se hacen las cosas muy bien - y no parece fácil-, quedarán heridas profundas, decepciones serias, en definitiva, factores de empobrecimiento político, moral y humano. Sólo los frívolos y los ligeros, los empecinados y los sectarios pueden no darle importancia.