ENTRE AYER y hoy, dentro de poco voy a tener que dejar de decir que Ignacio Camacho no está entre mis columnistas favoritos. Porque hoy se sale, en el fondo y en la forma:
MÁS antiguo que el hilo negro. Eso es lo que resulta el tal Moreno Montoya, que rima con joya, con su zafia pornoexposición blasfema y su soez provocación de vía estrecha. Subvencionada por la Junta de Extremadura, porque eso sí, aquí somos todos muy modernos, muy rompedores y muy vanguardistas, pero la modernidad y el rupturismo los tiene que apoquinar el contribuyente. Y si al contribuyente, pongamos por caso, le ofende o le repugna que el moderno de guardia se tome sus creencias a grosera chacota, pues que se fastidie. Agua y ajo. Que rima con Tajo.Nos perdáis el resto.
El tal Moreno Montoya, que rima con bambolla, se cree un heterodoxo incomprendido, un atrevido iconoclasta que pone en solfa con brillante rebeldía la moral establecida y la hipocresía católica, pero no es más que un triste, rancio y rijoso victimista. Que además juega con ventaja. Primero porque su presunta transgresión creativa se acolcha en el cojín de la subvención oficial, y segundo porque sabe que ni la Iglesia ni sus fieles van a hacer otra cosa que escandalizarse durante un ratito y acordarse de su señores padres durante otro. Inofensivo todo ello. Por el contrario, si este preclaro Cartier-Bresson extremeño, este ilustre Hamilton de la dehesa, este egregio Man Ray del alcornocal, hubiese desplegado todo su desafiante coraje en retratar a Mahoma masturbándose con Jadicha o sodomizando a un camello, no encontraría en todo el planeta un agujero lo bastante profundo para ponerse a salvo de la santa ira de los hijos de Alá. Y ninguna Alianza de Civilizaciones podría esquivar la fatwa sangrienta que caería sobre el político capaz de subvencionarle su escatológico delirio.
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