viernes, junio 20, 2008

NO PARAMOS de oir a nuestros políticos, con sus medios de comunicación / palmeros, cuán absurdo es que un puñado de irlandeses descarrilaran el proyecto europeo, bla bla bla. El problema es que ese proyecto europeo era metido con calzador por una clase política que no se digna a preguntar a sus ciudadanos qué es lo que piensan en un asunto tan trivial como este. Porque sabe que sus ciudadanos muy probablemente no lo aprobarían, claro. Pocas veces ha existido tal abismo entre los gobernantes y sus ciudadanos, y la culpa es, naturalmente, de estos.

El déficit democrático no es que unos pocos miles de votantes tumben un proyecto que afecta a varios cientos de millones de personas, sino que sólo unos pocos miles tuviesen ocasión de votarlo democráticamente.

Imaginad por un momento que los políticos españoles se pusiesen de acuerdo en una reforma de la Constitución del 78, pero para que fuera ratificada por los 17 parlamentos autonómicos, sin referéndum, excepto en Ceuta y Melilla. Los 17 parlamentos la aprueban, pero los bravos ceutíes y melillenses votan no. ¿Se le ocurriría a alguien decir que el problema es de éstos, por ser unos aguafiestas, y no de cómo se diseñó todo el proceso?