DESDE EL PAÍS, nada menos que Javier Pradera dispara entre ojo y ojo:
La airada repulsa del ministro de Trabajo (bajo los focos) y el rechazo más contenido de la vicepresidenta Fernández de la Vega (en declaraciones a la prensa) y del presidente del Gobierno (a puerta cerrada) tras la comparecencia parlamentaria del gobernador del Banco de España revela soterradas pulsiones autoritarias, ajenas al modelo político -sobrecargado de instituciones contramayoritarias y basado en la libertad como no dominación- propuesto por Pettit y abrazado por Zapatero con devoción. Miguel Ángel Fernández Ordóñez -militante socialista durante el franquismo, prestigioso economista y secretario de Estado con Boyer y Solbes- podrá acertar o equivocarse en sus predicciones. Ahora bien, la agresión del ministro de Trabajo al día siguiente contra su obligada comparecencia parlamentaria fue intolerable. Corbacho no sólo le atribuyó la felonía de "jugar con la tranquilidad de más de ocho millones de pensionistas" sino que le llamó ignorante ("me gustaría saber de dónde saca" los datos) y le acusó de sustituir maliciosamente el conocimiento empírico por la ideología ("no sé si expresó una predicción o un deseo"). De ahí a concluir que el gobernador se entristece con los éxitos y se alegra de los fracasos de la lucha por hacer sostenible el sistema de pensiones sólo hay un paso.
El ministro de Trabajo unió a la amenaza ("que sea la última vez" que el Banco de España se atreva a discrepar) la cobardía de golpear a un adversario inerme: la posición institucional del gobernador le impide contestar a la matonería de Corbacho con el mismo tono.
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