CLARET SERRAHIMA, DISEÑADOR:
P. ¿Cómo diseñador, como artista, como ve la evolución de Barcelona? ¿No cree que la ciudad está perdiendo su personalidad, con la excusa del... diseño?Me ha gustado particularmente lo de pagar a los políticos para que no hicieran nada; bastaría con dejarles cobrar su sueldo y decirles que no hace falta que vayan a la oficina. Ni a cobrar; les pagaríamos por transferencia. Seguro que saldríamos ganando. Y habría que extender la medida también más allá de los ayuntamientos...
R. Ha puesto el dedo en la llaga: la falsa modernidad de Barcelona. Estoy bastante cansado de Cataluña y agotado de Barcelona por esta falsa modernidad de los políticos a quienes se les ocurre sacar los conejos y los periquitos de las Ramblas para vender helados con gorros de mexicanos y cocas remojadas. Ese es el error, la obsesión de los políticos de dejar su huella. Habría que pagarles para que durante cuatro o cinco años no hicieran nada ni tocaran nada. Pero, reconozcámoslo, los políticos no vienen de Marte ni de Venus, son catalanes y representan la cultura catalana, la de este falso progreso, esta falsa modernidad, porque hay más modernidad en Santa Maria del Mar que en el Edificio Vela de Bofill; moderno es el Bar Manolo de Gracia. Barcelona es una ciudad cada vez más difícil de vivir porque está perdiendo la esencia de la vida. Este es un país que ya no tiene amorosidad, es un país devastado, porque el catalán es un cínico que lo que ama de verdad es su cuenta corriente. Barcelona, aseguran, es "la millor botiga del mon". Yo no quiero vivir en una botiga.
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