jueves, octubre 06, 2011

DOMINGO SORIANO sobre lo 'malas' que son las empresas de tecnología médica y las farmacéuticas, a propósito del vídeo que colgué el otro día:
Es sobre una chica de 29 años, sorda de nacimiento, a la que le ponen un implante que le permite escuchar su propia voz por primera vez en su vida. En una pequeña nota bajo el vídeo, la protagonista informa a los que estén en su misma situación de que el aparato es un Esteem, de Envoy Medical. Por curiosidad, acudí a la web de esta empresa y leí su presentación, en la que admite que su finalidad es "llevar al mercado el primer implante auditivo sin micrófono". Debajo de esta declaración de intenciones, aparece su comité directivo: Kenneth H. Dahlberg, Allen U. Lenzmeier, Roger C. Lucas...

No conozco a ninguno de estos tipos. No son famosos. Posiblemente sean sólo buenos médicos que han ido subiendo en el escalafón de la compañía. Y seguramente estén forrados de dinero. Viendo las lágrimas que derrama esta chica mientras aprende a reconocer el sonido más bello del mundo (el de su propia voz), uno siente no sólo que nunca hará nada en su vida que valga tanto la pena, sino que Dahlberg, Lenzmeier y todos sus demás compañeros de Envoy Medical se merecen cada dólar que tengan en su cuenta bancaria. Sinceramente, ahora mismo no se me ocurre ningún político del que pueda decir lo mismo.
Ah, y por cierto, agradezco el asterisco.