PRIMER ARTÍCULO DOMINICAL de Ignacio Camacho como director de ABC, que acaba de sustituir al windsurfer Zarzalejos:
POCO sospechaba la vehemente Oriana Fallaci, cuando escribió bajo el shock emocional del 11 de septiembre su arrebatado y excesivo alegato «La rabia y el orgullo», lo pronto que iba a cumplirse el pesimista pronóstico que formulaba al presumir que, si los integristas islámicos hubiesen derribado un monumento europeo en vez del símbolo del poder financiero norteamericano, la oposición le habría echado en seguida la culpa al Gobierno de turno, y éste habría tratado de desviarla hacia la oposición. Eso fue, exactamente, lo que sucedió en España tras la hecatombe del 11 de marzo de este año, con una particularidad agravante de notable repercusión internacional: fue el pueblo, la ciudadanía, quien depositó sobre sus gobernantes la responsabilidad del atentado, ejecutando de inmediato en las urnas el veredicto sumarísimo de la expulsión del poder.Tengo la esperanza que el cambio en la dirección del veterano rotativo madrileño suponga una mejora; la verdad es que la calidad había bajado estrepitosamente sobre todo en las páginas de información internacional, que son las que me interesan más y que por tanto sigo más de cerca. Desconozco si Camacho tiene planes respecto a las corresponsalías de EEUU y Jerusalén, pero debería; ambas necesitan un cambio de aires urgente.
En estos días de doble efemérides de las masacres de Nueva York y Madrid, la opinión pública se afana en poner de manifiesto la identidad radical de ambas tragedias, tanto desde el punto de vista político -ataques islámicos al corazón del bloque occidental- como desde la solidaria proximidad del sufrimiento de las víctimas. Existen, sin embargo, un par de diferencias esenciales que merecen ser resaltadas como contraste al necesario análisis que identifica los dos macroatentados como un mismo desafío al orden democrático y una amenaza común a la paz.
ACTUALIZACIÓN. Corregido el link; gracias a Luis Tejero por el aviso.
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