sábado, febrero 26, 2005

ALFREDO ABIÁN:
Dice un viejo refrán sobre galenos que los cocineros tapan con salsa los errores que cometen en los fogones; los arquitectos camuflan sus fallos tirando de decoración, mientras que la única forma de cubrir un desliz en el quirófano es con tierra de sepulturero. Sin embargo, en política no se ha descubierto aún material alguno para camuflar la zafiedad. Si existiera, tanto el PSC como CiU habrían comprado toneladas de éste para enterrar el diálogo -de alguna forma hay que llamarlo- que Pasqual Maragall y Artur Mas mantuvieron a propósito del tres por ciento. Cuando el instinto no se subordina a la responsabilidad que cabe exigir a los políticos, se abre un tortuoso proceso donde la razón suele ceder el paso a la demagogia. No faltará quien nos inunde con falsas invocaciones populistas a la transparencia y a las manos limpias, incluso por parte de quienes no conseguirían aclarar sus extremidades ni con un cargamento de Ajax.