viernes, febrero 25, 2005

LUIS FOIX sobre la caja que abrió ayer Pandora-Maragall en el Parlament:
Tirar la piedra y esconder la mano no se puede hacer en el Parlament y ante las cámaras de televisión. La piedra ha empezado a rodar y baja por la pendiente. Muchos catalanes se preguntan ahora: ¿qué es eso del tres por ciento? Y lo querrán saber. Y habrá que probar quién lo recibió y quien lo entregó. Sobre silencios cómplices no se puede construir el futuro. Y si no fuera cierto, Maragall tendrá que sacar las consecuencias por haber hecho insinuaciones falsas.
Lo cierto es que lo ocurrido ayer puede tener unas consecuencias imprevisibles que se suman a la percepción de suma incompetencia -cuando menos- de toda la clase política, y no sólo en el asunto del Carmel. Porque con una sola frase, Maragall ha empujado la situación a un punto endiablado en el que nada puede ser igual, y nadie puede quedarse de brazos cruzados esperando a que amaine.

Por un lado Maragall ha de evitar, si puede, la sensación de que se ha achantado ante la presión de CiU. Por otro Artur Mas, aunque ayer aceptara la disculpa en el momento, no puede quedarse sin reaccionar si quiere que su partido sobreviva políticamente, porque la sospecha sigue ahí: Maragall retiró su acusación sólo por no comprometer el apoyo de CiU al nuevo estatuto, pero sin retractarse del fondo de la acusación. Y especialmente desde que la fiscalía ha tomado cartas en el asunto, a Mas ya no le basta que Maragall retirara lo que dijo: ahora exige una rectificación en toda regla, a lo que Maragall se resistirá como gato panza arriba porque supondría admitir que metió la pata hasta el corvejón en un asunto gravísimo.

Mientras tanto Carod-Rovira frotándose las manos viendo el espectáculo, aunque tarde o temprano alguien le recordará que a fin de cuentas su partido también está en el Govern.

La verdad es que tal como están las cosas Piqué es quien tiene el papel más lucido, presentando el panorama con una lógica impecable: o bien Maragall hizo públicamente una afirmación falsa, o bien acusó sin pruebas sobre algo tan grave como es la corrupción, o bien sus acusaciones son reales y por tanto al retirarlas para no poner en peligro en nuevo Estatut está encubriendo un delito. Y por tanto afirma que, sea cual sea el caso, Maragall tiene que dimitir y, por supuesto, debe investigarse todo.

No es extraño que Maragall se haya enfadado tanto con él: suele pasar cuando uno se da cuenta de que el otro tiene toda la razón.

ACTUALIZACIÓN. Carmelo también aborda el seísmo político catalán, y veo que coincidimos bastante.