domingo, septiembre 25, 2005

HACÍA TIEMPO que no leía un artículo de Baltasar Porcel tan mal escrito; todo un récord incluso en él:
El orondo rascacielos Agbar se yergue singularísimo sobre Barcelona, apretado y pulido en sus luces y cromatismo. Como la arriesgada torre de Collserola, el armónico estadio de Isozaki y, menos, el gran guarismo de Calatrava también en Montjuïc. Y si se quiere las torres del Port Olímpic, aunque en este panorama hoy mundial resulten ya tradicionales, pues me refiero a esas magnas construcciones que revientan cualquier esquema urbano, mientras otras obras de notable entidad física, desde ya añejos diseños como la Fundació Miró de Sert hasta el neoclásico Teatre Nacional de Bofill, se integran más o menos en el entorno o no lo rasgan.
Seguid vosotros, si os queda aliento.