lunes, octubre 03, 2005

DEBE SER por el eclipse, pero el artículo de hoy de Baltasar Porcel (a quien he criticado unas cuantas veces últimamente) está francamente bien:

Un matrimonio amigo llega de Nueva York. Nos vemos un par de veces al año, cuando yo voy allí en invierno y ellos vienen aquí en verano. Hablamos. Ella el año pasado había cambiado de trabajo, se dedica a la sanidad y obtuvo un puesto mejor en una clínica, pero ahora ha sido contratada para un gran cargo en el hospital más emblemático. Él es fotógrafo especializado en arte, trabajaba en una empresa que cerró, pasó por unos trabajos eventuales y ha encontrado un nuevo puesto en una importante entidad. Y pueden viajar, permitirse ciertos gastos de determinada envergadura, no los acogotan las hipotecas. A la vez, me explican las vicisitudes de amigos comunes de allí que han cambiado también y en idéntico sentido: momentos difíciles y nuevas y mejores oportunidades. En Estados Unidos no todo son huracanes ni Iraq, sigue actuando la tradicional posibilidad de movilidad social permanente.

Pasamos a continuación revista a lo que ocurre con los amigos de aquí. Ninguno, bueno, uno, ha cambiado de trabajo, los demás en su mayoría se dedican a cosas que no les gustan o laboran en condiciones inútilmente fastidiosas, mientras los que hacen lo que les colma se encuentran entre reiteradas dificultades, que van desde sueldos bajos hasta falta de oportunidades de evolución, pasando por deprimentes problemas de envidia y sectarismo. Y todo ello al abrigo de la convicción de que trabajar bien es lo que menos importa, en especial en el sector público en sus muchas ramas, mientras cuentan muchísimo el amiguismo y la cofradía política. Además de vivir asediados por las hipotecas o por carencia de vivienda, padeciendo una aguda conciencia de falta de reconocimiento cuando se trata de labores creadoras.


¿Y exagero en ambos arquetipos? Sólo un poco en los hechos, en el espíritu nada. Con curiosos contrasentidos: los amigos de Nueva York critican a Estados Undos en diversas materias, aunque reconozcan su dinamismo, mientras los de aquí son de un encrespado nacionalismo o localismo, aunque se sientan amargados. A los de allí les gustaría vivir bastante aquí si encontraran las mismas oportunidades laborales y estímulos culturales, les encanta nuestra calidad de vida. Pero los de aquí no irían allí para estar mejor, les gusta para un viaje pero se sienten superiores y creen que lo que representa Estados Unidos bascula entre el error y la idiotez. Y los de allí nos llegan con conversaciones sobre nuevos temas, mientras nosotros reiteramos los asuntos y cada vez más enconados, con el añadido de que comparamos Catalunya con EE. UU. como si en el zoo creyeran que un lirón es lo mismo o más que un elefante.