FRANCESC-MARC ÁLVARO empieza aplaudiendo, aunque sea por contraste con lo habitual, a los bañistas de la playa de Tejita que han estado socorriendo a los inmigrantes que han llegado allí en cayuco durante los últimos días, pero después reflexiona:
Con todo, confieso que tengo un problema de orden moral con la imagen que se trasmite de este acontecimiento. Por ejemplo, ayer, en la página 22 de La Vanguardia,se veía la instantánea de una joven y bella bañista atendiendo a un inmigrante exhausto. La fotografía en cuestión me recordó aquel célebre anuncio de Benetton donde el sufrimiento terminal de un enfermo de sida, rodeado de familia y amigos, servía para vender ropa. Repito: siento admiración y respeto por los bañistas que han actuado como seres humanos ante otros seres humanos, pero ciertas imágenes de la Tejita transmiten algo cercano a la puesta en escena. No digo que exista actuación ante las cámaras, digo que el relato que nos llega resulta demasiado perfecto y estilizado. El imperio de lo emocional perfectamente encuadrado ( "había gente llorando por todos lados", se decía en una crónica) domina esta historia hasta penetrar en una zona incierta. Allí donde no sabemos muy bien si lo más importante es la vida del inmigrante o la peripecia del bañista que ha experimentado intensamente una realidad límite sin moverse de su confort habitual.
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