miércoles, enero 20, 2010

[Actualizado 3 veces] LA VICTORIA del republicano Scott Brown en el estado más demócrata de los estados demócratas es imposible de subestimar. Supone un varapalo en toda regla de la agenda económica, política y, si me apuráis, de ingeniería social que ha estado llevando a cabo un Obama en caída libre en las encuestas. El descontento respecto a una reforma sanitaria cada vez más impopular, tanto en la derecha como en la izquierda, ha provocado un abandono de los demócratas por parte del crucial voto independiente (como fenómeno curioso, hay que destacar que precisamente Massachusetts dispone de un sistema público de salud muy parecido al que quiere implantar Obama en todo el país, así que ven los inconvenientes con sus propios ojos). Arrebatar un escaño que casi tenía grabado a fuego el nombre "Kennedy" (no era Republicano desde hace décadas), cuando hace unas semanas Brown estaba casi 30 puntos por detrás en las encuestas, es una hazaña que tendrá una onda expansiva que aún es pronto para calcular, pero que desde luego no será pequeña.

Además de psicológica, la victoria republicana tiene un efecto profundo en el sistema político estadounidense. Perdiendo el escaño 60 en el Senado, los demócratas se quedan sin la conocida como supernayoría, el rodillo que les habría permitido aprobar las reformas proyectadas prescindiendo de la oposición republicana. No se trata, como he oído en varios sitios ya, de que los republicanos van a poder bloquear cualquier iniciativa de Obama (típico enfoque que los deja bajo la peor luz posible), sino de que al fin va a ser necesario un entendimiento bipartidista, lo que siempre es bueno en una democracia sana.

El primer efecto va a ser, sin duda, sobre la reforma sanitaria. Como recordaréis, en estos momentos tanto la Cámara de Representantes como el Senado habían aprobado sendos proyectos gracias a la mayoría demócrata. Ahora tenían que reconciliar ambos proyectos en uno sólo, que debería ser aprobado de nuevo por ambas cámaras antes de ser firmado por Obama y entrar en vigor. Obviamente eso no va a ser posible, porque se encontrará de frente a los 41 senadores republicanos. Los demócratas están barajando varias soluciones, como hacer que la Cámara de Representantes apruebe el proyecto del Senado tal cual, con lo que se evitaría la reconciliación y por tanto un nuevo voto en la Cámara Alta. Esto es más difícil de lo que parece, porque la mayoría demócrata en la Cámara Baja es bastante escasa, y varios demócratas moderados ya dijeron que no votarían un proyecto que incluyese la financiación pública del aborto, que es uno de los principales puntos del proyecto del Senado. Pero es que, además, un trágala así tendría un coste electoral devastador para los demócratas en las legislativas del próximo noviembre. Tened en cuenta que en 2008, Obama ganó en Massachusetts con el 62% de los votos; en 42 estados obtuvo un porcentaje inferior. Perder en Massachusetts sólo un año después significa que los candidatos demócratas pueden perder también en cualquiera de esos 42 estados.

En definitiva, todo un gran fracaso para los demócratas y, muy especialmente para Obama, que en lugar de mantener una prudente distancia por si acaso, hizo campaña con Coakley, a la desesperada, cuando ya se mascaba la debacle, y por tanto convirtiendo la elección de ayer en un referéndum sobre su propia gestión. Creo que los votantes le han dado su veredicto.

Una última reflexión. He estado viendo el discurso de Scott Brown tras la victoria [añadido después el enlace al texto completo -- JMG], y ha sido excelente: ha dicho exactamente lo que tenía que decir, desde atribuir su victoria "al voto independiente de Massachusetts" (lo que implica poner una leve pero inteligente distancia con los Republicanos, importante tratándose de un estado con poco más de un 15% de republicanos declarados), hasta citar al demócrata John F. Kennedy para hacer suya sus palabras sobre la necesidad de bajar impuestos, pasando por un elegante recuerdo al fallecido Ted Kennedy, a quien sustituye en el Senado. Y que era no sólo su rival ideológico, sino la cabeza inspiradora de ese proyecto de reforma sanitaria (de hecho el proyecto de ley lleva su nombre) en contra del cual va a votar. Toda una lección -otra más- para la política gallinácea que se hace en España.

Veréis como no tardarán en oírse voces porponiendo a Brown como candidato a la Casa Blanca en el 2012; al fin y al cabo está exactamente en el mismo punto que estaba Obama en 2006, con un sillón en el Senado acabado de ganar en las midterms (en realidad, siendo esta una elección especial para sustituir a Ted Kennedy, le llevaría diez meses de ventaja, porque aquéllas no serán hasta noviembre). Y puede ser un buen candidato: ha roto el mito de que los republicanos no tienen nada que hacer en el norte; tiene buena planta, habla bien, y parece que conecta con los electores. Yo de Obama, me preocuparía.

ACTUALIZACIÓN. Releo el texto, que he escrito casi de corrido y sin revisar (¡y casi sin haber tomado café!), y hay algunas cosas que habría escrito diferente en cuanto a la forma, no al fondo. Como no son erratas sino cuestiones de estructura del texto y similares, no lo cambio. Prefiero pecar de espontaneidad a modificar un texto ya publicado.

ACTUALIZACIÓN II. Los demócratas ya se están tirando los trastos a la cabeza.

ACTUALIZACIÓN III. Aquí tenéis la clave de la victoria de Brown:
In the end, Brown pulled off the upset in large part because he won unaffiliated voters by a 73% to 25% margin. The senator-elect also picked up 23% of the vote from Democrats. [Our polling shows that 53% of voters in Massachusetts are Democrats, 21% Republican and 26% not affiliated with either party.]