lunes, julio 23, 2012

ALBERTO ARTERO:
El curso de los acontecimientos ha puesto la magnitud del mayor error que ha cometido Rajoy en su carrera política y que, paradójicamente, no se circunscribe a su tarea actual de gobierno sino que se produce en los meses inmediatamente anteriores a su aterrizaje en La Moncloa. De hecho, es en el periodo que media entre la victoria aplastante de las elecciones regionales de mayo del año pasado y las generales el 20 de noviembre donde se fragua -por incapacidad, dejación o una mezcla de ambas, solo el tiempo dirá- buena parte del fiasco que ha acompañado la acción de gobierno de los populares en el medio año que llevamos de legislatura. Un mundo parece ya.

Debimos quedar avisados con las primeras decisiones del gallego, subida sorpresa de impuestos incluida: no se habían hecho los deberes, no se habían previsto los peores escenarios ni medidas para su corrección, y España quedaba, por tanto, expuesta al mismo grado de improvisación que con Zapatero, pese al mayor lustre del nuevo gabinete. Si desastrosas habían sido las consecuencias de esta actitud con el socialismo en el poder, confiar en que los mercados se iban a comportar de manera distinta con el cambio de signo político implicaba un ingenuo desconocimiento de su dinámica. El castigo estaba servido. Y ha llegado con toda su crudeza.
 

Durante esos seis meses, cualquier dirigente con un poquito de sentido de estado habría analizado exhaustivamente las causas de la caída de Grecia, Irlanda y Portugal a fin de evitar sus mismos errores; se habría empapado de las cuentas de la Administración, con especial interés en las regionales y locales, las más problemáticas dado su modelo de financiación; habría mantenido contactos constantes con personas cercanas al Banco de España y al sistema bancario para delimitar la magnitud real, sin paños calientes, de su problema; habría dedicado todo el tiempo que fuera necesario a establecer un plan estratégico 2011-2015 para España, S.A. que fijara las prioridades y dotara de coherencia a la acción de gobierno; tendría decidido un ejecutivo en la sombra con las personas claves centradas en las áreas esenciales susceptibles de reforma o potenciación. En definitiva: hubiera sido consciente de la magnitud del reto y se habría puesto con antelación suficiente a prepararse para superarlo con nota.
 

Y, sin embargo, fueron casi 180 días tirados por la borda en un momento en el que esa acción preventiva se antojaba crítica.
Seguid leyendo. Y que tome nota Rubalcaba de algo muy importante: el que Rajoy se esté equivocando no sabiendo solucionar la crisis no significa que esta crisis la haya provocado él. Como dice Alberto, desde el momento en que decidió presentarse asumía la responsabilidad de saber dónde se estaba metiendo. Pero eso no absuelve al auténtico autor de desaguisado, el gobierno Zapatero, como pretenden los socialistas. Ni al de Aznar, aunque la situación de 2004 y la de ahora es totalmente distinta, y los desajustes se habrían podido reconducir con medidas relativamente benignas cuando aún estábamos a tiempo. No podemos saber si un gobierno del PP las habría tomado.