AUNQUE EN LOS ÚLTIMOS PÁRRAFOS haya alguna afirmación cuestionable, este artículo de Emilio Lamo de Espinosa sobre el 60º aniversario del Día D es muy recomendable:
El desembarco de Normandía, del que hoy conmemoramos los 60 años, pertenece a esa escasa lista de batallas verdaderamente cruciales en la historia de la humanidad. Alejandro frenando a los persas en Isso, Roma acabando con el poder de Cartago en Zama, europeos o chinos poniendo límites a la expansión del Islam en Poitiers y Tallas, la cristiandad frenando el avance turco en Lepanto, o los anglo-prusianos agotando la expansión revolucionaria francesa en Waterloo. Y ciertamente en las playas de Normandía se jugó la suerte del mundo y la libertad en Europa.
Pues si el objetivo hubiera sido acabar con la amenaza nazi, el desembarco no era necesario. Casi 4/5 partes del ejército alemán estaba siendo destruido por los rusos en el frente del este y estos se bastaban para poner fin a la guerra, como demostrarían tomando Berlín meses más tarde. Lo que estaba en juego en Normandía no era la derrota nazi sino la libertad de Europa occidental frente a la amenaza soviética. Si los americanos no hubieran desembarcado en Normandía Europa no hubiera sido nazi, hubiera sido soviética y por ello François Mitterrand dirá que «el 6 de junio marcó la hora en que la historia se inclinó hacia el campo de la libertad». Normandía fue así, en muchos sentidos, la última gran batalla de la Segunda Guerra Mundial en Europa, pero también la primera de la Guerra Fría, y menos de seis meses más tarde, en Yalta (febrero de 1945), se confirmaría lo acertado del pronóstico. La Unión Soviética, vencedora de Alemania, dividía ese país y se hacía con el control de Europa central y del Este. Por algo Churchill prefería un desembarco en Grecia; para cortar el paso soviético hacia Europa central.
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