EEUU COMO MOTOR del cambio, es el título de un estupendo artículo -casi victordavishansoniano- de Carlos Mendo en... sí, en El País (via comentario 174 de Arcadi Espada):
Dicen que el Ejército de Israel es el que más bajas sufre entre sus cuadros de mando porque, en las operaciones militares, sus oficiales ordenan avanzar a sus soldados al grito de "¡Síganme!", en lugar del tradicional "¡Adelante!" utilizado por otras fuerzas armadas. Sutilezas diplomáticas y lindezas de lenguaje aparte, eso es exactamente lo que hizo Condoleezza Rice el pasado martes en su conferencia en París ante políticos, diplomáticos y académicos congregados en el difícil foro del Instituto de Estudios Políticos para escuchar a la flamante secretaria de Estado definir los objetivos de la política exterior estadounidense para los próximos cuatro años. El mensaje fue de una claridad meridiana. Estados Unidos pretende seguir actuando como motor del cambio histórico, utilizando su poder, "el poder de las ideas, no de la fuerza", para extender la libertad y la democracia en el mundo, primero en Oriente Medio y, después, en los países calificados por el presidente George W. Bush en su discurso inaugural como "bastiones de la tiranía".Como es un artículo tan bueno, creo que alguien lo va a colgar íntegro en los comentarios (ejem, ejem).
Rice pidió la ayuda de los aliados europeos para los fines de Washington, pero dejó claro que Estados Unidos está decidido a dar la batalla, solo o acompañado, como lo hizo en el pasado siglo para derrotar al militarismo, al fascismo y al comunismo. La frase fue rotunda. "Tenemos que tratar con el mundo tal y como es, pero no tenemos que aceptar al mundo tal y como es. ¡Imagínense cómo estaríamos ahora si los fundadores de la libertad francesa y de la libertad americana se hubieran contentado con el mundo tal y como era entonces!". Las dificultades son tremendas, y los peligros acechan a la vuelta de cada esquina. La antigua decana de Stanford así lo reconoció, pero recordó que la situación en Europa inmediatamente después de la II Guerra Mundial era infinitamente peor que la actual del mundo. El Viejo Continente estaba arruinado y partido en dos; en Alemania coleteaban los últimos focos de terrorismo nazi (algo que muchos olvidan al hablar de Irak); Turquía y Grecia estaban sumidas en una guerra civil alimentada por la Unión Soviética; el Gobierno democrático de Checoslovaquia era derrocado en 1948 por un golpe de Estado comunista, el mismo año comenzaba el bloqueo de Berlín. ¿Para qué seguir? Sólo los que consideran más cómodo olvidar, porque así sirven mejor a sus intereses miopes o a sus quiméricas ilusiones de grandeza, olvidan. La realidad es que, pese a los reprobables Guantánamo y Abu Ghraib de turno, a los apoyos coyunturales a repulsivas dictaduras militares, producto de la guerra fría, la extensión de los ideales de democracia y libertad en el mundo desde finales de la II Guerra Mundial no hubiera sido posible sin la contribución decisiva, material y humana, del pueblo estadounidense.
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