martes, agosto 30, 2005

CARMEN MARTÍNEZ CASTRO, especialmente ácida -y no es una crítica-:
El presidente del Gobierno ha recordado súbitamente que existe Rajoy, que existe el PP y que sus diez millones de votantes se resisten a ser expulsados a empujones de la normalidad política. Sorprendente. Casi conmovedor. Estoy ansiosa por meterme entre pecho y espalda las raciones de sentido de estado, responsabilidad política, transversalidad y demás farfolla con que nos van a obsequiar los publicistas del Ejecutivo para aderezar los prolegómenos del encuentro y su previsible desenlace.

[...] El Gobierno y sus socios dedicaron la primera mitad de su legislatura a aislar a los populares, negar su condición democrática, convertirlos en unos apestados políticos y quebrar la solidez de su base electoral. La llamada a Rajoy demuestra que esa estrategia ya ha fracasado. El tiempo corre ahora contra Zapatero: ha escogido unos aliados muy poco leales para un viaje innecesariamente azaroso. Ahora, en una nueva pirueta, pretende superar el viejo tópico de la política y los extraños compañeros de cama; lo suyo apunta directamente a la cama redonda, la promiscuidad absoluta; se da el pico con Carod, tontea con Ibarretxe, intercambia mensajes con ETA y pretende fundirse con Rajoy en un abrazo de Estado. Excesivo, incluso para sus seductores ojos verdes. Podría parecer el abrazo del oso; realmente recuerda al del boxeador que se ha quedado sin aire.