EL
ARTICULO DEL
NEW YORK TIMES sobre el estado de la libertad de expresión en España se basa demasiado en la prensa escrita y online, cuyo estado de crisis le permite desplegar la narrativa de un creciente control directo e indirecto de los medios por parte del gobierno del PP (aún así admitir acríticamente la afirmación de un entrevistado en el sentido de que la libertad de prensa ahora en España está pasando por el peor momento desde la muerte de Franco es algo absolutamente exagerado: hay más medios que nunca que recogen voces más diversas que nunca, y hoy en día cualquiera con recursos relativamente limitados te monta un medio online, como demuestra el hecho de que han salido y o están a punto de salir proyectos como setas).
Por otro lado, el que los medios se plieguen ante anunciantes y acreedores no es un fenómeno nuevo, y no es de ahora en crisis, sino que se ha dado siempre incluso en momentos de boom. ¿O es que nadie recuerda que durante años, mientras era el primer anunciante del país, El Corte Ingles era absolutamente intocable?
Pero lo que no tiene en cuenta el artículo (porque se le desmoronaría la narrativa) es que en este país salvo cuatro gatos nadie lee los diarios. Lo que mueve las elecciones son las televisiones, porque es lo que la masa usa para informarse, y es la masa la que llena las urnas. Y ahí no puede decirse que el dominio sea conservador (salvo en TVE, pero está perdiendo audiencia a espuertas y que habría que cerrar de inmediato precisamente porque se rige por el gobierno de turno, sea el que sea; y algo Antena 3 pero poquito).
En serio, nadie mínimamente objetivo puede decir que en un país en el que triunfa Évole o Wyoming y La Sexta, o en el que existen Cuatro y Telecinco, hay poca libertad de expresión.