YO NO SÉ si es divertido o no alegar que Valerie Plame* entraba cada mañana en Langley, sede central de la CIA, para trabajar. Francamente, no me parece lo más relevante del asunto; lo sustantivo es considerar si es cierto que la identidad de Plame gozaba de protección como agente encubierta en el momento que su nombre fue filtrado todavía no sabemos por quién.
Precisamente si se sigue el argumento de Íñigo, resultaría que la respuesta es negativa. Si Plame fue 'destapada' por Aldrich Ames, que empezó a espiar para la Unión Soviética en 1985 y fue procesado por ello en 1994, en algún momento entre ambas fechas, Plame -y toda la red de agentes comprometida por Ames- fue apartada de las operaciones sobre el terreno. Incluso siendo generoso argumentalmente y diciendo que esto no ocurrió hasta 1994 (aunque lógicamente habría sido antes, tan pronto como se sospechase que había 'cantado'), en 2003 habían pasado bastante más de los cinco años que establece la Intelligence Identities Protection Act para proteger la identidad de los agentes desde que dejan de actuar de forma encubierta. Es decir, si uno sigue el argumento de Íñigo resultaría que no habría habido delito.
De todos modos, el asunto no tiene nada que ver con "probar con la esposa si falla el marido"; en primer lugar, porque lo del marido no ha "fallado"; ha quedado claro, salvo para el New York Times y para la prensa española que parece que sólo sabe ir a rebufo de ese diario, que Wilson ha estado mintiendo repetidamente sobre el asunto. Y una de las muchas cosas en las que mintió es afirmando que su mujer no había tenido nada que ver en que le fuera encargada la misión en Níger. Hoy se sabe que fue ella quien le recomendó y quien listó sus méritos para ello: si le quedaba alguna duda a alguien tras el informe del comité de inteligencia del Senado, el propio escrito del fiscal Fitzgerald en el que acusa formalmente a Scooter Libby lo confirma en tres lugares distintos.
Es esto lo que hace que hablar sobre su personalidad sea relevante y no una caza a la mujer: cuando Wilson escribió su famoso artículo en el New York Times que sólo podía haberse publicado con el visto bueno de la CIA, y en el que denunciaba a la administración Bush gracias a su conocimiento desde dentro como enviado especial de ésta, era cuestión de tiempo que entre periodistas y miembros de la administración Bush surgiera la cuestión de quién había decidido enviar para una misión tan delicada a alguien tan crítico con "la causa", y encima después le autorizaran a explicar a los cuatro vientos algo que además se ha demostrado que era mentira. En el curso de esas conversaciones saltó el nombre de Plame. Y resulta cuando menos curioso que lo publicara precisamente Robert Novak, el columnista conservador probablemente más contrario a la guerra de Iraq y, desde siempre, uno de los mayores defensores de las actividades de la CIA.
Resulta igual de curioso ver cómo tanta gente que ha estado demonizando a la CIA por sus actividades subterráneas (ya sabés la cantinela: "Chile, Somoza, bla bla") se convierta de la noche a la mañana en acérrima defensora de la legitimidad de sus tejemanejes. Supongo que ahora toca agarrarse a cualquier clavo ardiendo.
[* Veo, tanto en el blog de Íñigo como en el de Telecinco, que el nombre de pila de Plame está escrito incorrectamente: Valery, en lugar de Valerie. Y no, no es un caso de "no puedo criticar lo que dices, así que criticaré tu ortografía"; creo que he abordado bastantes puntos de fondo]
ACTUALIZACIÓN. Mirad qué cosa más curiosa: comparad lo que dicen los medios de comunicación ahora con lo decían en este documento presentado a Fitzgerald cuando eran periodistas, y no la gente de la Casa Blanca, quienes parecía que iban a ir a la cárcel por la filtración del nombre de Plame. Os sonarán muchos argumentos, porque coinciden con los que he estado usando en mis posts.
En serio, lo de la profesión periodística es de traca: sólo ellos son capaces de adoptar dos posturas radicalmente distintas con un par de meses de diferencia y al mismo tiempo pasar por alto el pequeño "detalle" de que precisamente por su profesión queda rastro impreso o grabado de todo lo que han escrito o dicho.
ACTUALIZACIÓN. El GEES, aunque va en la dirección correcta, comete varios errores en su artículo sobre este enrevesado asunto: Valerie Plame es desde hace años analista -no exactamente burócrata, que en este contexto tiene un innegable todo despectivo- en la sede central de la CIA en Langley (a las afueras de Washington), no en la Casa Blanca. Además, Wilson no fue enviado a Níger en febrero de 2002 para averiguar si esos papeles que indicaban una posible compra de uranio por parte de Iraq eran genuinos o no. Fué para comprobar otras pistas que provenían de los servicios de inteligencia británicos y que no tenían que ver con esos documentos; aunque Wilson así lo afirmó en un principio, luego se desdijo. Esos papeles, entregados por un ciudadano italiano en la embajada estadounidense en Roma, no aparecieron hasta octubre de 2002, es decir, varios meses más tarde de que Wilson volviera de su periplo africano. Y, por cierto, tras esos papeles está la larga mano de los servicios secretos franceses; aparecieron misteriosamente una vez Bush ya había empezado a agitar los tambores de guerra, y eran falsificaciones tan burdas que un cínico -o un no tan cínico- pensaría que tenían el objetivo de contaminar las pruebas en contra de Saddam, es decir, de debilitar la argumentación en que se apoyaba la entonces previsible acción bélica. Visto lo visto, la estrategia ha tenido un sonoro éxito.
El nombre de Plame no fue desvelado, como dice el GEES, en un artículo de un columnista del New York Times. Supongo que se refieren a Nick Kristof, que en mayo de 2003 fue el primero que hizo referencia a ese viaje a Níger pero en sin citar por su nombre ni siquiera a Wilson, y mucho menos a su mujer. Quien citó a Wilson y dijo que fue recomendado para la misión por su mujer que trabajaba en la CIA fue Robert Novak, un paleoconservador que se mueve extraordinariamente bien en círculos ciáticos y que siempre se manifestó en contra de la guerra.
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