sábado, abril 08, 2006

NO ES MI INTELECTUAL FAVORITO, pero esta vez Henry Kamen lo clava:
Ha sido un extraño invierno. El pasado 30 de septiembre, un pequeño periódico danés (Jyllands-posten) publicó un cierto número de viñetas irónicas sobre el profeta Mahoma. No era un periódico mundialmente conocido y no hubo problemas ni protestas. Pero se empezaron a tejer influencias que estaban decididas a sacar provecho de las viñetas.

Cuatro meses después -sería interesante saber por qué todo esto ocurrió después de cuatro meses- se produjeron disturbios cuidadosamente planeados en una serie de ciudades del mundo islámico, en las que cientos de ciudadanos que nunca habían visto las viñetas ni oído hablar del Jyllands-posten, y tampoco hablaban danés, empezaron a protestar clamorosamente sobre el grave insulto al islam, derramaban lágrimas por las calles, destruían edificios y mataban a personas. Empezó a formarse una asombrosa confrontación entre aquellos que estaban decididos a imponer sus opiniones a través de la violencia, y aquellos que pensaban que la libertad de opinión es un aspecto necesario de la compleja sociedad en la que vivimos. Aún más asombroso fue el hecho de que en una buena parte del así llamado Occidente democrático, escritores y periódicos se rindieran ante la ola de violencia.

[...] Inexplicablemente, el Gobierno español, a través de sus principales portavoces, el presidente y el ministro de Asuntos Exteriores, han preferido dar consuelo verbal a los fundamentalistas. Están haciendo esto principalmente mediante un singular concepto llamado «Alianza de Civilizaciones», un ente antiamericano y antiisraelí que cree, como hicieron el general Franco y anteriores dictadores del siglo XIX, en el mundo árabe como el apoyo básico para las iniciativas de política exterior de España. Moratinos formuló en su día la siguiente declaración sobre el tema de la libertad de opinión: «Pedimos a todos que ejerzan este derecho responsablemente y que no se utilice como pretexto para la incitación al odio o al insulto de los profundos sentimientos de creencia de una comunidad. Ni los medios de comunicación, ni las publicaciones ni los lugares de culto deberían ser utilizados para incitar o propagar el odio». Las palabras «una comunidad» se refieren, por supuesto, a una sola comunidad. En otras palabras, debemos dejar de criticar cualquier aspecto de la cultura, sociedad o religión musulmana. Ya que el ministro tiene mucho dinero para derrochar, propone gastar unos cuantos millones convocando un congreso especial en el cual España demostrará a los bien alimentados y bien alojados delegados -los dos millones de desempleados españoles, la mayor proporción de parados de Europa occidental, podrían probablemente beneficiarse también de tal hospitalidad- cómo la Alianza de Civilizaciones puede dar lección a otras naciones sobre conceptos tales como tolerancia y coexistencia.

Quizá el ministro debería tomar nota de cómo opera la tolerancia en el territorio español. En el pasado carnaval de Ceuta, el premio lo ganó un grupo que se burlaba de la intolerancia de los árabes que habían quemado embajadas y asesinado a gente por el tema de las viñetas. Un conocido ciudadano de Ceuta que cree acertado burlarse repetidamente de los católicos y de las doctrinas católicas, ha hecho una protesta sobre las burlas, que califica de «racistas», contra los musulmanes. No es el único caso de problemas de tolerancia. Parece que uno puede libremente burlarse de las religiones de Occidente, pero no se considera atinado criticar aspectos del fundamentalismo islámico. El terrorismo islámico, como el terrorismo vasco, no se puede criticar. Se rumorea, efectivamente, que el Gobierno español se prepara para abolir las palabras «terrorista» y «víctima» del vocabulario político ahora que se va a negociar con los terroristas vascos.En el futuro, entonces, un nuevo concepto de libertad de expresión se establecerá en España, recordando más la Edad Media que la democracia moderna.

Todo esto representa un paso hacia atrás que nos aleja de los avances que todos -no sólo liberales y socialistas, sino también conservadores- deberíamos estar haciendo hacia una sociedad abierta donde toda forma de creencia se pueda defender y también cuestionar.Incluso escritores tales como David Irving, el historiador británico que niega la existencia de una política nazi de exterminio de judíos, tienen derecho a la libertad de expresión, y muchos de nosotros pensamos que la libertad de expresión ha sufrido gravemente con su encarcelamiento. Déjenme que cite de nuevo un artículo publicado en Jyllands-posten: «Karl Popper, en su decisivo trabajo The Open Society and Its Enemies, insistía en que uno no debería ser tolerante con el intolerante. En ningún otro lugar coexisten tantas religiones pacíficamente como en una democracia donde la libertad de expresión es un derecho. En Arabia Saudita, te pueden arrestar por llevar una cruz o una Biblia en la maleta, mientras los musulmanes en la Dinamarca laica tienen sus mezquitas, cementerios, televisiones y emisoras de radio».

El Gobierno español ha cometido el terrible error de asumir que los practicantes de la violencia tienen razón y los defensores de la libertad se equivocan. En una democracia libre, uno normalmente tiene el derecho, dentro de los límites de la ley, de criticar, insultar y caricaturizar las creencias opuestas, ya sean políticas o religiosas. Uno tiene también el derecho, a través de medios legales, de combatir aquellas críticas, insultos y caricaturas.Sin embargo, el nuevo fundamentalismo, que Moratinos parece apoyar, declara que el islamismo totalitario debe estar por encima de la ley. Debe tener derecho a negar derechos a las demás creencias, a otros musulmanes, a los judíos, a los creyentes en la democracia, a las mujeres, a los homosexuales y a cualquier otra desviación de la norma de la shariya. Solo él debe gozar de inmunidad de críticas.
Sí, ya sé que me he pasado un poco con la longitud de la cita, pero valía la pena.