NO HACE FALTA ir a Berlín:
El miedo al tan debatido choque de civilizaciones ha llegado a dos pequeñas localidades de la Comunidad Valenciana, Bocairent y Beneixama. Todos los años, las tradicionales y multitudinarias fiestas de moros y cristianos que se celebran en estos pueblos --valenciano el primero y alicantino el segundo-- incluían una curiosa tradición que se lleva repitiendo, como mínimo, desde hace siglo y medio. La reconquista del castillo por el bando cristiano culmina con la destrucción con petardos de una efigie de cerca de tres metros llamada la Mahoma, similar a los gigantes de las fiestas mayores catalanas, que va vestida con un turbante, lleva una espada oriental en la mano derecha y luce barba y tez morena. Todos los años, menos este.
Tras los graves disturbios del pasado enero a raíz de la publicación de unas provocativas caricaturas del profeta del islam en una revista danesa, en las que se vinculaba a Mahoma con el terrorismo, los organizadores de estas fiestas comenzaron a revisar la parte de la celebración que alude a lo que ellos llaman la Mahoma. ¿Merecía la pena continuar con esa tradición cuando una parte del mundo árabe tenía la sensibilidad a flor de piel? Tanto Beneixama como Bocairent llegaron a la misma conclusión. No iban a destruir a la Mahoma. No convenía caldear los ánimos.
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