ESPLÉNDIDO Gregorio Luri hoy en La Vanguardia (requiere suscripción):
Ninguno de los investigadores del estrés posvacacional ha recomendado - que yo sepa- la terapia más obvia para éste: la supresión de las vacaciones.
Pero si no lo hacen deberían atreverse a decirnos a la cara que es infantil pretender disfrutar de las ventajas de un sistema que nos permite tener vacaciones pagadas sin aceptar el esfuerzo necesario para mantener ese sistema. Por este motivo, si alguien tiene derecho al estrés posvacacional es el niño. Cuando algunos terapeutas de lo trivial nos aconsejan sobre cómo hacer llevadera la cotidianidad reglada, suelen añadir que es misión de los padres transmitir seguridad a sus hijos en edad escolar para afrontar el cambio. Claro que esta misión solamente podrá ser cumplida por padres libres de estrés posvacacional, y que no estén ni agotados por las vacaciones infantiles ni asustados por los gastos que acarrea la vuelta al cole.
Cualquier persona razonable sabe que no es nada fácil encontrar paliativos para sobrellevar todas las frustraciones. Y en aceptar este saber sin gesticulaciones consiste, en buena parte, eso que llamamos hacerse adulto. Un adulto sensato es aquel capaz de no lastrar sus frustraciones inevitables con el sobrepeso de lamentos evitables. Trabajar, inevitablemente, cansa, y no hay manera de cumplir siempre alegremente con nuestros deberes, porque no está nada claro que en el trabajo, en la vida familiar o en la escuela seamos los dueños de nuestros estados de ánimo. La primera obligación que tenemos con nosotros mismos es aprender a mirar a las cosas cara a cara sin convertir en pose estética la difusa sospecha de que la vida no nos trata como nos merecemos.
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