"SI NO VOTA, NO SE QUEJE": con este eslógan "brillante" de algún lumbreras, el Parlamento Europeo va a lanzar una campaña en todo el continente. El fin es luchar contra la abstención; el resultado va a ser que, una vez más, quede claro que las instituciones comunitarias no tienen ni idea del verdadero concepto de democracia, en la que la abstención es un derecho tan legítimo como el voto.
No se trata de que si uno no vota no se puede quejar. Es que en muchas ocasiones el no votar es, en sí mismo, una queja. Por ejemplo, contra memos como los que han parido esta campaña.
ACTUALIZACIÓN. Toni Rubies no está de acuerdo, pero creo que no me ha entendido bien. Yo no estoy diciendo que haya que abstenerse, sino que decir que todo aquél que lo haga no tiene después derecho a abrir la boca respecto a los asuntos respecto a los que se ha abstenido me parece absolutamente antidemocrático, porque olvida la abstención como modo de protesta. O, en el mejor de los casos, como termómetro de la opinión: si una institución no consigue movilizar más que al treintaypico o al cuarentaypico por ciento de votantes para un proyecto de construcción europea que dicen está en la mente de todos y que por lo tanto merece un buen chorro de recursos año tras año, y si ello pasa una y otra vez, quizás tiene que empezar a plantearse si todo lo que está haciendo tiene algún sentido, por lo menos del modo en que lo está haciendo..
Toni propone como alternativas el voto en blanco o el voto de castigo a la oposición. Perfectamente válidas pero no más legítimas o democráticamente nobles que la abstención. Respecto a la primera, cuando no me gusta un restaurante yo no voy, me siento y pido un vaso de agua diciendo que no comeré nada porque cocinan fatal. Me voy a otro sitio o me quedo en casa. Respecto al voto a la oposición, yo preguntaría: ¿qué oposición?
No se trata de que si uno no vota no se puede quejar. Es que en muchas ocasiones el no votar es, en sí mismo, una queja. Por ejemplo, contra memos como los que han parido esta campaña.
ACTUALIZACIÓN. Toni Rubies no está de acuerdo, pero creo que no me ha entendido bien. Yo no estoy diciendo que haya que abstenerse, sino que decir que todo aquél que lo haga no tiene después derecho a abrir la boca respecto a los asuntos respecto a los que se ha abstenido me parece absolutamente antidemocrático, porque olvida la abstención como modo de protesta. O, en el mejor de los casos, como termómetro de la opinión: si una institución no consigue movilizar más que al treintaypico o al cuarentaypico por ciento de votantes para un proyecto de construcción europea que dicen está en la mente de todos y que por lo tanto merece un buen chorro de recursos año tras año, y si ello pasa una y otra vez, quizás tiene que empezar a plantearse si todo lo que está haciendo tiene algún sentido, por lo menos del modo en que lo está haciendo..
Toni propone como alternativas el voto en blanco o el voto de castigo a la oposición. Perfectamente válidas pero no más legítimas o democráticamente nobles que la abstención. Respecto a la primera, cuando no me gusta un restaurante yo no voy, me siento y pido un vaso de agua diciendo que no comeré nada porque cocinan fatal. Me voy a otro sitio o me quedo en casa. Respecto al voto a la oposición, yo preguntaría: ¿qué oposición?
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