NO SOY experto en movilidad urbana, pero así de entrada estoy bastante de acuerdo en que los mamotretos que acaba de comprar el ayuntamiento de Barcelona —medio autobús, medio tranvía— no tienen demasiado sentido:
Un bus tiene la ventaja que es flexible, que puede cambiar su recorrido en caso de incidencias o de necesidad, es capaz de integrarse razonablemente en el tránsito, capaz de hacer recorridos y giros más o menos cerrados y ser utilizados para rutas de corta distancia de forma bastante eficiente y flexible. Por eso las líneas más exitosas son las que conectan cosas que normalmente no están unidas en línea recta sino que unen zonas habitadas y servicios de todo tipo. Sí, la red de autobús parece más una red caótica y diseñada por una panda de termitas psicóticas, pero es que precisamente el bus tiende a reflejar la forma de movilidad emergente de los propios usuarios.
En cambio un tranvía cuenta con otras ventajas, capacidad de trasladar un buen número de usuarios de forma rápida por un trayecto segregado y con su propia semaforización, pudiendo sincronizar su propia circulación y ritmos y poder garantizar una velocidad comercial bastante más alta que la de los buses.
Este híbrido no consigue ni una cosa ni la otra.
Y estéticamente son horrorosos; hay una foto en el enlace.
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