MUCHOS no parecen darse cuenta que lo que parece que anda boyante puede convertirse en algo ruinoso, casi de un día para otro:
El enfriamiento de la actividad económica y, en particular, del empleo, comienza a pasar factura a la Seguridad Social de forma intensa. El sistema público de protección de los trabajadores registró durante los primeros siete meses del año un déficit de caja por operaciones no financieras equivalente a 867 millones de euros. Para entender lo que representa esta cifra hay que tener en cuenta que el año pasado por estas mismas fechas el superávit de caja ascendía a 3.294 millones de euros, lo que da idea del deterioro de las cuentas de la Seguridad Social. El año pasado, incluso, acabó con un superávit de caja de 3.245 millones de euros.
La causa de este quebranto tiene que ver con el hecho de que mientras los cobros (principalmente por cuotas de los trabajadores) están cayendo un 2,09%, los pagos crecen a un ritmo del 4,57%, lo que explica que el saldo en términos de caja se haya deteriorado nada menos que un 126%. En palabras de la propia Intervención General de la Seguridad Social, mientras que los cobros por operaciones no financieras ascendieron hasta el pasado 31 de julio hasta los 63.448 millones de euros, los pagos alcanzaron los 64.315 millones en un contexto económico extraordinariamente difícil.
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