AHORA que el matrimonio gay ha sido declarado constitucional --y simpatías personales aparte-- hay que recordar un par de cosas (vale, cuatro):
Primero: el matrimonio no es un derecho sino una pérdida de derechos, principalmente la libertad personal. Cuando uno se casa pierde la capacidad de decidir libremente en aspectos fundamentales de su vida (dónde vive, en qué gasta su dinero, etc). Y también adquiere una serie de obligaciones con el cónyuge y descendientes que tienen consecuencias durante toda la vida, incluso después de extinguido por separación o divorcio (alimentación y alojamiento, pensiones, herencias, etc). Es decir que quienes defienden el matrimonio gay no están pidiendo una ventaja sino más bien las mismas restricciones a la libertad que los demás; un régimen que muchos encuentran (encontramos, dicho sea de paso) poco deseable. Por eso creo me cuesta ver cómo se puede querer impedir a alguien que haga alguna cosa que, en realidad, no sólo no le supone ninguna ventaja sino que le limita.
Segundo: el que se permita que dos personas del mismo sexo se casen se trata de algo política, ética y moralmente deseable. Pero el que no lo puedan hacer, desde el punto de vista de la filosofía del derecho, no es como se dice a menudo una discriminación, por lo menos no necesariamente; no lo es si la ley trata a los gays exactamente igual que a las personas heterosexuales. Puede parecer una distinción demasiado puntillosa pero tiene su trascendencia. Que haya o no discriminación depende de cómo se construya la figura jurídica en cuestión: en este caso si la ley de un país dice que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, sólo se discriminaría a un gay si por este motivo se le impidiese casarse con una mujer, porque es así como la ley define al matrimonio. Es decir, si no se le dejase hacer lo que los demás (claro, no tendría interés en hacerlo, pero esa es otra cuestión). En cambio, si la ley de un país dice que el matrimonio es entre dos personas que desean convivir de forma estable sí es discriminatorio impedir el matrimonio gay pero no lo sería, por ejemplo, prohibir la poligamia. Creo que en ese caso pocos entenderían a alguien que dijese que le están discriminando por no poder casarse con 4 personas, porque el límite de dos se le aplicaría a él exactamente igual que a los demás. Si se llama discriminatoria a una ley que impide hacer algo de un modo distinto al que la propia ley define entonces todas y cada una de las leyes son discriminatorias.
Tercero: veo que siempre hay más apoyo al matrimonio gay que a la adopción y me sorprende, porque parecería más lógico apoyar ésta antes que aquél; si se permite la adopción por solteros, ¿por qué no por parejas gay? Además, incluso quien no esté a favor del matrimonio gay debería preferir que un niño se criase en una familia no convencional antes que interno en algún sitio público. Sobre todo teniendo en cuenta (no tengo datos en la mano, pero recuerdo que es así) las parejas gays son más proclives a adoptar niños menos 'deseables' (más mayores o con alguna enfermedad) que las heterosexuales, que tienden a querer sólo bebés recién nacidos, y para ello se van a buscarlos a China o donde haga falta.
Cuarto: en cuanto al nombre, que en realidad es lo único que se ventilaba en el recurso que ayer resolvió el TC, me resulta curioso ver cómo defensores de que se llamase matrimonio contestaban a los contrarios: "si estás de acuerdo en que haya los mismos derechos y obligaciones qué más te da cómo se llame, es sólo una palabra" cuando al mismo tiempo ellos estaban diciendo que era absolutamente crucial que se llamase matrimonio porque cualquier otra cosa era discriminatoria.
Mi posición personal: sí absoluto y rotundo a permitir que dos personas del mismo sexo se unan, si así lo desean, en una relación con exactamente los mismos derechos y obligaciones que los heterosexuales. Es su decisión y a mi no me afecta para nada, y por tanto no tengo por qué meterme en lo que hagan con su vida. La cuestión nominal me parece menor, en realidad: personalmente creo que quizás podría haberse evitado llamarlo matrimonio, sobre todo para dotarlo de mayor consenso social (nota: soy consciente de que el que no lo hubiera era precisamente la idea del gobierno Zapatero, no soy tan inocente), pero no me molesta que se hiciera así y no lo considero para nada una especie de casus belli.
En cualquier caso, me alegro de que habiendo resuelto el TC y con el gobierno diciendo que no va a reformar la ley, el tema quede zanjado para siempre.
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