¿GRANMA, O EL PAÍS? Uno duda, al leer elegías como esta cosa vomitiva (no se puede llamar "artículo" a esta memez de Mauricio Vicent, el hombre de Prisa en La Habana) en la que no hay ni una gota de ironía:
Alguien de fuera de Cuba puede pensar que se trata de una broma. No lo es. Según anunció Castro, 100.000 de estas ollas de fabricación china serán repartidas mensualmente en la isla hasta completar los 2.500.000, y también por la libreta de racionamiento se distribuirán a la población otras tantas a precios subsidiados.La complicidad sin fisuras no es solamente con el público femenino, eso está claro.
La cuestión es más relevante de lo que parece: después de 15 años de crisis y malas noticias, los mentados peroles se han convertido en el símbolo de la resurrección del Estado socialista y de la recuperación de su protagonismo económico, tras años a la defensiva. El diario Juventud Rebelde publicó el domingo en su página de opinión una viñeta que resume mejor que cualquier análisis el significado de este reparto subvencionado y por decreto de los utensilios de cocina: en el dibujo, una olla a presión se calienta a fuego lento y dentro la bandera cubana asciende irresistible.
[...] El discurso del líder comunista con motivo del Día Internacional de la Mujer estuvo cargado de guiños que no pasaron inadvertidos para la mayoría de los cubanos. Por vez primera en mucho tiempo, Castro aderezó principios revolucionarios y frijoles con una sazón casi olvidada por los sufridos habitantes de la isla: el optimismo.
"Ya nuestro pueblo comienza a erguirse en el mapa de este mundo caotizado y sin esperanza", afirmó, para anunciar acto seguido y de modo oficial que la crisis del Periodo Especial se iba "dejando atrás".
Fue un discurso muy meditado, pese a las improvisaciones y al folclor culinario. De las cinco horas que duró, Castro dedicó casi dos a hablar de las bondades de las ollas arroceras y a presión, y sobre cómo éstas podrían "ayudar al país" si eran utilizadas de forma adecuada y planificada. "En este país se consumen 750.000 toneladas de arroz, y hay un instrumento de la cocina que es una maravilla y sólo utiliza electricidad", dijo, tomando por sorpresa al auditorio, compuesto por cientos de trabajadoras vanguardia, jubiladas, dirigentes y amas de casa.
Así, de pronto, la olla arrocera, cuya importación y venta en la isla estuvo prohibida hasta ahora debido a su alto consumo energético, pasó de la clandestinidad a la cartilla de racionamiento con todas las bendiciones oficiales.
[...] El presidente cubano, eufórico por momentos, no sólo habló de ollas arroceras y predicó sobre las virtudes del chocolate o de lo conveniente de poner en remojo los frijoles antes de cocinarlos. Trató no pocos problemas que aturden a sus compatriotas, como el de la vivienda, el transporte público, la alimentación o los salarios, y por primera vez en mucho tiempo lo hizo para anunciar mejoras concretas. Según Castro, para el año que viene no habrá apagones, se construirán 100.000 viviendas, se hará una fuerte inversión para renovar el parque de locomotoras y autobuses -en los años noventa, el sistema nacional de transporte casi se colapsó-, y mejorará la cuota de alimentos y productos que se distribuye a cada ciudadano mensualmente mediante la cartilla de racionamiento.
Sin dejar de sacar cuentas, como un administrador que vuelve a tener qué repartir, Castro habló del fin de la "era del café mezclado con chícharo", de grandes compras a Venezuela de sardinas en aceite y en tomate, de la adquisición de partidas importantes de cacao para elaborar bombones y otras golosinas desde hace años perdidas del comercio en pesos cubanos, y hasta adelantó posibles y "oportunas" subidas salariales en sectores como la educación y la salud.
Construido el castillo de la reanimación económica y lograda una complicidad sin fisuras con el público femenino, que lo aplaudía y aclamaba cada vez que anunciaba una buena nueva, el Comandante se lanzó de lleno a la ideología y a la recuperación de los principios más ortodoxos de su revolución.
ACTUALIZACIÓN. No os perdáis el texto de Manuel Morales do Val al que se refiere jmaria en comentarios.
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