MANUEL CASTELLS vuelve a ponerse el gorro de experto en geoestrategia y terrorismo internacional y nos azota hoy con un artículo sobre las, dice, preguntas sobre el 11-S que aún están sin respuesta.
Por alguna extraña afición, Castells encadena en su artículo, uno tras otro, los aspectos más consistentemente refutados de los libros de Michael Scheuer y Richard Clarke (¿por cierto, a nadie le llama la atención lo desaparecidos que están de la escena pública precisamente desde que se redactaron los informes de las comisiones de investigación sobre el 11-S y sobre Irak, que es donde se rebatían precisamente esos puntos? Si tenían tanta razón como afirma Castells, ¿no estarían ahora siendo aclamados como héroes en medio mundo, en lugar de escondidos de la luz pública? Claro que igual los han llevado a Guantánamo...).
Castells también hace referencia, sin citarlo por el nombre -y es que se ha vuelto tóxico si uno quiere mantener una cierta credibilidad como analista- a un algo menos desaparecido Michael Moore, de quien toma el episodio del rescate de los miembros de la familia real saudí, supuestamente autorizados a abandonar suelo estadounidense los días inmediatamente posteriores al 11-S cuando ningún avión estaba autorizado a volar. Por supuesto, se trata de otro episodio demostradamente falso, pero lo gracioso en este caso es que ha sido desmentido precisamente por el propio Richard Clarke en su testimonio ante la comisión del 11-S: afirmó -como sabía todo el mundo menos Moore- que era él, como máximo responsable de la seguridad nacional, quien autorizó los vuelos de salida, pero sólo tras haberse reabierto el tráfico aéreo y tras asegurarse de que todos sus ocupantes habían sido debidamente interrogados por el FBI.
Pero todo lo anterior puede achacarse simplemente a que Castells es un hombre tan ocupado que no siempre tiene tiempo de manterse al día en sus lecturas. Sin embargo, el párrafo más manipulador de todo el artículo no puede atribuirse a mera desidia -que ya de por sí no sería demasiado halagador- sino que parece estar directamente pensado para desinformar:
También en agosto dos oficiales de la inteligencia militar, el teniente coronel Shaffer y el capitán de navío Phillpot, miembros de una unidad secreta, Able Danger, creada en 1999 para controlar Al Qaeda, revelaron que en el 2000 habían identificado a Mohamed Atta y a otros tres suicidas del 11-S como terroristas que ya se encontraban en Estados Unidos y lo consignaron en un documento. Trataron de avisar al FBI, pero los abogados del Pentágono lo impidieron. El Pentágono niega todo y dice que el documento al que se refieren estos dos oficiales no existe en sus archivos. Otros miembros de la unidad de inteligencia confirman la identificacion de Atta. El diputado ultraconservador Curt Weldon, del comité de las Fuerzas Armadas del Congreso, dice que él mismo entregó una copia de ese documento justo después del 11-S a Stephen Hadley, actual asesor de seguridad nacional de Bush. Para aclarar el tema, el senador republicano Arlen Specter, presidente de la comisión Judicial del Senado, ha convocado una sesión de investigación para el 14 de septiembre.Leyendo a Castells parece claro que es otra prueba de que Bú, en el mejor de los casos por incompetencia supina, no supo evitar la salvajada del 11-S. La verdad es que está bien que se hable de Able Danger, un espinoso asunto que estaba centrando la atención mediática en EEUU hasta que ésta lógicamente pasó al Katrina, pero de la que en España no se había escrito ni una sola línea. Claro que conociendo a los medios españoles ya os debéis imaginar por qué.
Exacto. Porque no perjudica al cowboy de Texas.
Y es que en realidad Able Danger descubrió a Atta y a otros del grupo de asesinos del 11-S en el 2000, sí (aunque haya quien tenga sus dudas de que en lugar de él fuera otro Mohammed Atta); en concreto en el mes de septiembre del 2000.
Es decir, dos meses antes del primer martes después del primer lunes de noviembre, y por lo tanto dos meses antes de que Bush ganara las elecciones presidenciales, o sea cuatro meses antes de que, en una de esas frías mañanas de los eneros washingtonianos, jurara su cargo y se dirigiera por primera vez a la Casa Blanca como titular, y no como invitado de su propio padre.
Por lo tanto Able Danger habría descubierto a varios autores del 11-S, y se habría impedido informar a los servicios policiales para que los detuviesen, cuando el presidente de los EEUU era William Jefferson Clinton.
Y la maraña de regulaciones legales que impidieron hacer circular la información entre los servicios de inteligencia y las fuerzas policiales formaban parte de la conocida como muralla de inteligencia, pensada para evitar posibles violaciones de los derechos civiles. ¿Responsable de diseñar tal política? Jamie Gorelick cuando era la adjunta de Janet Reno, la fiscal general del estado en la administración Clinton. ¿Y qué ha estado haciendo Jamie Gorelick últimamente? Pues ser uno de los diez miembros de la comisión que investigó el 11-S. En realidad, tendría que haber declarado ante ella.
Muchos de quienes se mostraban críticos con la comisión del 11-M en España solían comparar y poner como modelo la investigación parlamentaria sobre los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono que se había llevado a cabo en Estados Unidos. "Aquello sí es una comisión como dios manda", decían. Y tenían razón en que era infinitamente más competente, entre otras cosas porque los comisionados eran todos antiguos parlamentarios que ya no tenían escaño -para evitar tentaciones partidistas- y fueron elegidos porque tenían una larga y acreditada trayectoria en cuestiones de seguridad. Aquí casi dolía ver que varios de los comisionados, en especial los de los partidos pequeños que no tenían demasiado donde escoger de entre sus escaños, no podían evitar que se notase que habían digerido mal los cuatro libros sobre terrorismo que habían leído a toda prisa desde que supieron que les tocaba a ellos.
Pero sin llegar a cosas casi grotescas como lo del portero automático está claro que aquella comisión tampoco fue perfecta. Es inaceptable que la persona responsable de diseñar las limitaciones a la hora de compartir información entre los servicios de inteligencia y las fuerzas policiales formara parte precisamente de una comisión encargada de dilucidad qué es lo que falló para que la información de la que se disponía antes de los atentados no sirviera para evitarlos.
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