domingo, octubre 21, 2012

EN MEDIO DE LA VORÁGINE WERT, lo cierto es que las encuestas como esta que aparece en El País sorprenden (click para agrandar):


Como dice José Juan Toharia en el texto que acompaña:
En primer lugar, cabe preguntarse hasta cuándo podrá soportar nuestra democracia la ramplonería (por no decir inanidad) dialéctica de nuestra clase política. Remolinos de descalificaciones, exabruptos e insultos, acompañados de gratuitos —y siempre fascistoides— juicios de intenciones, como los originados ahora por las palabras de Wert, constituyen, en realidad, la mezquina moneda corriente de nuestra vida parlamentaria a todo lo largo del arco ideológico. No se producen verdaderos debates que logren prender el interés ciudadano porque nadie parece dispuesto a entender sincera, respetuosa y honestamente lo que el adversario dice para tratar así de contrargumentarle con fundamento y de paso elevar, dignificándolo, el tono del debate público. Una auténtica desgracia que debe remediarse cuanto antes, pues remedio tiene. Como pedía en estas páginas hace unos días José María Izquierdo, por el bien de nuestra democracia debemos estar, a la vez, a favor de los políticos y a favor de que cambien: pero eso sí, mucho y ya.

La segunda cuestión es aún más preocupante: ¿cómo es posible que nuestros políticos conozcan tan mal lo que realmente piensan y sienten aquellos a quienes representan? Todos ellos propenden a presentarse como la voz del pueblo —y, en ocasiones, de todo el pueblo—, pero con excesiva frecuencia los sondeos (que, pese a sus posibles deficiencias, logran captar de forma razonablemente fiable el sentir ciudadano) dejan patente lo errado de esa pretensión.